(Carta en Español) Para los Días Malos
Updated: Mar 2

Mis queridos hijos,
Cuando cada uno de ustedes era pequeño, los sostuve en mis brazos y levanté un deseo al universo: que nunca vivirán nada en absoluto negativo. Fueron pureza y fragilidad. Yo me sentía sumamente torpe, y temía el momento que todas las madres temen: el día en que te toparas una piedra en tu camino; una abeja en el banco del parque; los acosadores en la escuela; las lágrimas que caen en silencio.
Yo sabía que llegaría el momento en que tu ser tan angelical y vulnerable iba a sufrir de alguna manera. Que algún día, yo te fallaría, y aquel día te darías cuenta de que tus padres no son los dioses que siempre creíste. En realidad, solo somos seres humanos -un modelo más antiguo, y más cansado que tú, que nunca queremos que nada les pase o les haga sufrir.
Ya me di cuenta que es un deseo inútil… porque el vivir a veces duele.
Algunas emociones incómodas que no nos agradan (la desilusión, por ejemplo) pueden ser justo el combustible que nuestro motor necesitaba para hacernos esforzarnos un poquito más. Aun así, yo te apuesto que cada mamá del universo dice una oración similar sobre su hijo, quizás hasta confiando por un dulce momento, que el océano entero de amor que lleva por dentro siempre será suficiente para bañarlos en olas de luz, seguridad, satisfacción para toda la vida.
Si hay algo que he aprendido en los años, es que, a pesar de los mejores planes; a veces la rueda de la fortuna no es tan amable. A veces, esa diablilla traviesa nos tira al suelo.
Esta carta es para los días malos.

En los días malos, hacemos lo que podemos. A veces simplemente entender que la vida es así es suficiente. Tal vez hay un problema que no puedes solucionar en este momento. Quizás hoy encuentras solo una cosita, que esté bajo tu control, y lo disfrutes.
Posiblemente sí sea cierto que tu vida puede estar desmoronándose. Déjala desmoronarse en una cocina limpia… Llora sobre una cama tendida… con una comida saludable en tu cuerpo. Quizás tómate ese largo baño que posiblemente te hace falta desde hace un par de días. Y pregúntate: ¿Qué es lo que trae alegría a tu corazón? Cultivamos la felicidad todo el tiempo a través de varias fuentes, como las conexiones significativas con otros seres humanos; la expresión creativa; los retos personales; el compartir nuestros dones con los demás. Incluso, puede ser algo tan simple como tomarnos una pausa para darnos cuenta de lo hermosa que se ve la luna, o saborear el bocado perfecto de la comida perfecta, o dejarnos derretir frente el cariño de una mascota. Te suplico: identifiques a tu red de felicidad y aprovéchala como si fuera un tanque de oxígeno. Te suplico hacerlo incluso en los días buenos, para que estés mejor preparado para los días malos.
¿Quizás has encontrado algo que adoras hacer, algo que te inspira, algo que añade un sentido de propósito a tu vida, pero aún no has aprendido como hacerlo bien? Continua, sigue intentando. Nadie comienza desde cero como un experto en nada. Requiere de muchísimo valor, estar abierto a la posibilidad de que quizás será (temporalmente) algo malo en algo nuevo mientras aprendes.
Una vez, en mi clase de economía doméstica de la secundaria, se me olvidó agregar harina a mi masa de galletas. Es algo borroso para mi mente ahora, pero recuerdo perfectamente bien qué al abrir el horno, la charola era una cama de lava quemada y humo, y que todo el salón estalló en risas y algunos gritos de terror. Puede o no haber habido un extintor de incendios involucrado. Fue muy vergonzoso. Yo amaba la cocina. Imagínate si hubiera decidido aquel día que yo era una mala cocinera.
Esto coincidió con otro recuerdo desagradable: el año anterior, fui eliminada del concurso estatal de ortografía en la primera ronda por haberme deletreado incorrectamente la palabra "r-e-c-e-t-a" frente a lo que me parecían un millón de pares de ojos con rayos láser haciendo hoyos en mis mejillas ya enrojecidas. (Supe que la letra "z" sonaba mal tan pronto como mi voz temblorosa me traicionó en ese micrófono). Ese concurso era un gran evento. Estudié la lista de palabras del periódico dominical durante meses en preparación. A pesar de mi pánico escénico, había ganado a toda mi escuela para representarla ese día. Tu Oma (Abuela) incluso me hizo un vestido nuevo para la ocasión: verde de salvia, con tirantes que cayeron sobre una blusa marfil, de botones perlas, y de un cuello con un hermoso encaje. (Puedes reír de la imagen si quieres, pero para una niña de 11 años en la década de las 80’s, esto fue muy de moda). Recuerdo haber pasado un sábado entero juntas en la tienda de telas, examinando cientos de posibilidades para encontrar el color perfecto; El patrón perfecto. Recuerdo haber escuchado la máquina de coser trabajando a altas horas de la noche mientras me quedaba dormida.
Yo era demasiado joven entonces para entender que, en algún momento, Oma también había enviado sus propias oraciones al universo. Porque todas las madres lo hacen. Y así, aunque me fue pésimo en la primera ronda, ella se aseguró de que si iba a fallar, fallaría con estilo. Me llevó a mi y a mi herido orgullo a cenar para celebrar el haber llegado tan lejos. Yo era demasiado chiquita todavía para darme cuenta, pero lo que estaba sintiendo era el cálido abrazo del océano de amor y cuidado de mi madre, y antes de la llegada del postre, -yo, u mi sensible orgullo nos habíamos recuperado.
Quiero que sepas esto: aunque reconozco al ser en el que te has convertido, también eres lo más importante que he hecho en mi vida. En algún momento caminaste dentro de mi corazón de una manera tan íntima que la impresión que dejaste allí duele cuando te duele, se baña con tus lágrimas y se desborda de tu alegría. La distancia, las fronteras, las discusiones, e incluso la cortina que cuelga entre la vida y la muerte, nunca pueden borrar una conexión como esa. Y, por lo tanto, no importa dónde estés, o dónde esté yo, nunca estarás solo.
Con amor,
Mom